Este tipo de construcción se comenzó a hacer en los pueblos de Chiloé a fines del s. XIX, cuando comenzaron a arribar campesinos que no tenían otro espacio para construir. Castro, la capital de la provincia de Chiloé, tiene palafitos en sus entradas norte y sur. Sus pilotes están hechos de madera de luma y sus paredes son de colores muy vivos. Sin embargo, sus habitantes pasan por problemas de salud a causa de la contaminación del agua y la falta de alcantarillado y además no tienen títulos de propiedad pues, según la legislación chilena las playas son fiscales y ningún particular puede ser dueño de terrenos que se hallen por debajo de la línea de las mareas más altas. A pesar de esto, se han realizado compraventas de las viviendas y se han construido hoteles de forma ilegal.
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